Ariel Demarchi, LIC

Héroe

¡No, no te achiques!, éste no te puede ganar nunca, mirálo, ¡mirálo, no te puede ganar!, ni el seis tampoco, ¡no!, esta vez el seis no me gana, ¡lo juro!; pero… ¿qué hacés, gil?, ¡dejá de pensar en los otros!, concentráte en lo tuyo, con-cen-trá-te-en-lo-tu-yo; afirmá bien el pie, no, no, así no, distendéte, distendéte un poco; ¡ahora!, cuclillas, estirá la pata, el primer tapón bien clavado al caucho, flexioná bien la izquierda, ¡levantá más el traste! …aunque si me resbalo de nuevo como la otra vez… ¡no, pero igual!, acordáte lo que te dijo el viejo ese; “las caderas altas”; agachá la cabeza, serenáte, ahora serenáte; bueno, atento, serenáte, no tengas miedo, vamos, ¡eh!, escuchá, mirá adelante que ya estamos… tranquilo… tranquilo…, listos…, preparados…, ¡va!



…Y sale con la misma ropa de todos los días. Los zapatos gastados, que se parecen cada vez más a un solo agujero; lo mismo que su remera blanca, antes de color. Encima el pullover que tapa los agujeros de abajo, pero superpone nuevos de color claro. El pantalón, que no es de su talle, pero por lo menos lo abriga, con los bolsillos llenos de migas de pan y pedazos de trapo viejo. Sus rasgos no están gastados como la ropa, aunque sí curtidos. Los ojos los tiene vivos y saltones, y muchas veces se esconden detrás del flequillo enredado, escudándose. Las manos frías como siempre. Como siempre ágiles y fuertes sus piernas, que son la única pertenencia de confianza pues nadie se la puede quitar ni ella se va en busca de otros dueños, como hace todo lo que pasa por sus manos.

Comienza a caminar teniendo un día nuevo por delante, con el reto de todos los días.



… ¡Y el seis ya se adelantó, carajo!, como siempre, ¡dejálo, dejálo!; mantenéle el ritmo, ¡con firmeza!; acompasá la respiración; ¡no lo dejes irse tanto!, pensá que te tiene miedo, ¡vamos, este gil te tiene miedo!, además está haciendo demasiado esfuerzo, se va a cansar pronto, aguantálo por ahora, aguantálo; pegáte a la línea, arrimáte bien a la línea, fuerza ¡fuerza!, no te preocupes estás en el mejor carril; ¡150 metros recién!, y ya me empezó a doler el vaso, ¡no, no!, no pienses en eso, ¡olvidáte de eso!, no tenés dolor ¡¿entendés?!, ¡no tenés ningún dolor!, apretá los puños, fuerza ¡fuerza! …y éste sigue aumentando la velo­cidad, vamos que no te gana, ¡garra!, no te achiques, ¡vamos, flojo!



Pero el día de hoy no va a ser para los flojos porque comienza a garuar. Él flojo no es. La humedad que le aplasta el cabello, se le desliza por la frente y le cae, hecha una sola gota, por la nariz y la mejilla. Los balcones y los árboles esporádicos, a su paso, le atajan por un momento la llovizna, ahora un poco más espesa. El viento se hace cada vez más fuerte, y el rumbo que elige es exactamente contrario al suyo. Viento en contra. El viento trae frío, y el agua, por supuesto, lo intensifica. Y el frío se le cuela por las mangas cortas, por los agujeros del pullover, por el cuello, por toda la ropa empapada. Siente y tiene frío, pero, paso a paso, sin apresurarse, firmemente avanza. Recorre el mismo camino que ayer y que antes. Llega a la iglesia y se apoya sobre la pared de siempre, esa que se enfrenta con la calle de más tránsito. Ahí queda. Está casi en la mitad de la ciudad.



Pero todavía me faltan 50 para la mitad, ¡50 metros para los 400! …pucha, ya estoy aflojando, ¡vamos, fuerza! …todavía falta la mitad, ¡no te quedes, maricón!, lo llevas atrás al dos, ¡le estás ganando!, ¡fuerza, flojo!; ajustá el paso, separá un poco los brazos del cuerpo, alzá la vista, ¡alzá la vista!; ¡ahora, aumentá, ¡fuerza!, ¡aumentá la velocidad!, un poco más… un poco más, tenés que llegar, pensá en la vieja, pensá en los otros, te están mirando, ¡fuerza, no aflojes!, ¡menos de media carrera!, ¡fuerza y después descansas!



Pero ahora no, porque el mediodía no significa para él comida y descanso, como para otros. No. Nunca significó eso. Lo que hace todos los mediodías… también hoy: se sienta en el cordón y espera. El cordón de la vereda está mojado, pero seguro que no le agrega humedad al pantalón. Ya se le pasó un poco el frío, aunque el frío no le da mu­cho trabajo. La espera, eso sí. Porque a mediodía no pasa nadie. Es que, él no, pero, sí, la gente se va a comer y a dormir la siesta. Aunque de vez en cuando pasa alguna señora retrasada por las compras; entonces, se para: -“Señora ¿me puede dar algo?”. Pero nunca son más de dos o tres. Si… la espera lo cansa un poco, pero se las aguanta.

Hoy el gordo, que come todos los días en el bar de en­frente, no vino. Quizás por la lluvia. El gordo siempre le trae algún pan que le sobra del almuerzo, pero hoy no vi­no …sí…, seguro que es por la lluvia. Su estómago, que no entiende de faltas y postergaciones, reclama y se hace sentir. Pero él, acostumbrado a esta rebelión diaria, no le hace mucho caso.



…Y si le hacés caso perdés ¿entendés?, tu venganza va a ser ganarle; te pisó el talón porque está desesperado, ¡no da más!, ¡no! ¡no tenés sangre!, te pisó el botín; seguí, ¡ganále!, esa es tu venganza, ¡ganále que se muere!; ¡fuerza que está ahí nomás!, un esfuerzo más, fuerza o te pisa de nuevo, ¡que no te alcance!, ¡defendéte!, ¡corré!



-“¡Defendéte, marica!”. Son los seis pibes que pasan todos los días por la vereda del frente. Él tiene siempre a mano un par de piedras. Se aleja un poco y espera. Sabe bien lo que tiene que hacer… si se le vienen… un buen piedrazo a uno y los otros no se van a acercar… aunque… pero, igual, miedo no tiene; no tiene que tener. Más, porque hoy la lluvia es su aliada. Ella sola les sale al encuentro. Él se lo agradece, aunque no parezca, y los ve correr hasta perderse.



Pero esta vez no perdés; ¡ya está! ¡ya lo tenés!, dále, metéle, ¡sí que podes más!, ¡vamos!, él no da más, ¡hacé fuerza!, tu última chance, ¡un poco más¡; tu vieja, pensá en tu vieja, ¡sacá fuerzas!, ¡dále que lo empardas!, ¡ya lo tenés! ¡fuerza!, cuerpo a cuerpo …un poco más…, respirá hondo, ¡pasálo ahora!, se queda ¡sí, se queda, se queda!, ¡primero, carajo!, ¡primero y 200 metros para la cinta!, ¡fuerza que llegas!



Pero no llega, no. Con lo que juntó hoy todavía no le alcanza para la bolsa de pan que todos los días lleva a su casa. Y no puede volverse sin el pan.

Lo único que le queda por hacer es golpear las puertas. –“Señora ¿tiene algo?”, -“Señor ¿me puede dar algo?”. Imposible llegar sin el pan. Y el día se termina.

Camina cinco, diez, doce cuadras, golpeando y llamando a las puertas. A esta hora muchas no se abren, otras se cierran con un “no” o con alguna excusa dicha como para decir algo. Cada tanto se escucha un “después” o un “otro día”, posponiendo demagógicamente la entrega, como si eso pudiera posponer, también para otro día, su necesidad de comer.

-“Señora ¿me puede dar algo?”. -“Toma, m’hijo, tomá”- dice, con la voz chillona de una persona importunada, la dueña de la casa que acaba de golpear -“toma, pero decíle a tu papá y a tu mamá que salgan ellos a trabajar y que no te manden a pedir a vos, ¡¿sabés?!, ¡¿me entendiste?!”. A su mamá la veía cada tanto. Estaba internada. Pero papá… nunca tuvo…, al menos que él recuerde. -“¡Gracias señora!, ¡muchas gracias!”. Con este dinero seguro que le alcanza para dos panes y un poco de fiambre.

Feliz vuelve a su casa.

El día termina.



¡Terminá, terminá!, ¡corré!, ¡es tuya!, ¡la carrera es tuya!; escuchá, ya te aplauden, ¡la copa!, ¡la gloria en tus manos!; vas a salir en los diarios ¡fuerza, que llegamos!, ¡por fin la copa!, ¡sí, llego! ¡20 pasos …llego, …llego…!



Llegó. Detrás de la puerta lo está esperando, como todas las noches, su hermanita. Tiene cinco años. Queda siempre sola en casa desde tempranito. Espera a que llegue él.  “Tengo hambre”. Un pan y medio con el fiambre son para ella. -“Tomá, Nina”.

Él se sienta sobre el cajón, con la mitad del pan que sobra, y así descansa del día. Su hermanita come y lo mira agradeciéndole.



A la mañana siguiente los diarios salen a las calles y anuncian con grandes letreros: “Excelente campeón de los 800 metros llanos”; “Mediante insuperable esfuerzo consigue inigualable triunfo”; “Nuevo ídolo y héroe mundial”.



Él abre, como todos los días, la puerta y se deja tragar por el frío intenso de la mañana. Nina queda esperando.




Ariel DEMARCHI
San Miguel, Buenos Aires
Agosto 1987.-

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